Por Analía Testa
¿Cuál es el punto de partida de una novela? ¿Qué reflexiones y preguntas acompañan al escritor en el impulso creativo de las primeras páginas y aún después, en la edición de una obra? ¿Cuánto de sus apuntes y de sus planes de escritura terminan dando forma al relato? ¿Qué decide luego transmitir a otros de ese trajín en el que consigue hacer evolucionar una historia de base autobiográfica?
A estas y otras preguntas responde Natalia Zito, psicoanalista, escritora y docente del taller “Cazadores furtivos de la propia vida” en la escuela Entrepalabras. Ella comparte su experiencia como autora de Rara, publicada por Emecé en 2019, y reflexiona sobre su último desafío literario, que concluyó recientemente y ha puesto a consideración de lectores cercanos.
De su trabajo literario Zito rescata una primera apreciación: “Escribir nunca es obediente”. Se refiere a cierta impunidad con que los escritores toman rasgos de las personas conocidas (y de sí mismos) para crear personajes y circunstancias. Al hecho de no pedir permiso ni ser políticamente correcto frente al desafío de construir ficción. Por supuesto que, sentados a la mesa junto con nuestros familiares probablemente seamos considerados traidores, aclara. Pero en el territorio de la literatura eso no cuenta.
Veamos. Rara es una novela que surgió cuando ella tenía que organizar su mudanza de “una casa que había sido un sueño burgués” y se hallaba rodeada de objetos con historia. En ese momento Zito debió suspender la escritura de una novela que tenía en mente para iniciar un diario de esos días en los que de cada cosa surgía un recuerdo. En ella convivía la urgencia de embalar todo cuanto había poblado su mundo en los últimos años con el repaso de las escenas de un matrimonio que devino en separación. Al mismo tiempo intentaba exorcizar el dolor por la pérdida de un embarazo avanzado, ocurrida unos años atrás. Y en esa atmósfera profundamente humana escuchamos la voz (y el silencio) de una soledad lindante con el desamparo.
¿Qué puertas abre la escritura en momento así de crítico? ¿Qué distancia hay entre un diario y el trabajo de dar forma a una novela? ¿Qué distancia hay entre la autora y su personaje?
“La casa era muy grande y en medio de las cajas había muchísimas cosas que debía vender, descartar, regalar… De pronto pensé: si no escribo no voy a poder. Me tapaban las cosas. Venían amigos a ayudarme y por momentos yo no podía embalar. Tuve que soltar una novela que tenía muy pensada para escribir un diario sobre la mudanza. Tenía la intención de que se convirtiera en una novela en algún momento, pero entonces producía sin ningún tipo de cuidado. Eran textos catárticos”, cuenta Natalia Zito.
Una vez que se mudó empezó a construir la ficción a partir de lo escrito hasta entonces. Y después, cuando la novela ya estaba casi lista la siguió trabajando en el taller de novela de José María Brindisi. “Los objetos me dieron el eje. Pero luego fue insostenible dedicar cada capítulo a un objeto”, cuenta. “La trama empezó a pedir otras cosas”, explica. Hubo, además, un tiempo en que la obra estuvo detenida: “Me costaba escribir el capítulo sobre el parto, que es autobiográfico. Una vez que pude lograr ese nudo de la novela, lo demás apareció…”
Tomar distancia
“Rara es la historia de lo que me podría haber pasado de no haber contado con recursos como el psicoanálisis y la literatura. Ambas experiencias me hicieron alguien diferente a la protagonista de la novela”, explica Zito. Cuando la autora logró cuestionar el final que en principio imaginaba para la trama fue que el personaje más se alejó de ella: “Tenía la imagen de la protagonista subiéndose al camión y trasladándose con todos los muebles…” En plena marcha de la escritura lo puso en duda: “¿En qué me baso yo para creer que esta mujer puede subirse al camión? No tengo ningún elemento. Sólo mis ganas de que sea así. Fue ese momento en que para mí el personaje cobró vida, tomó un porvenir que yo no tenía planeado. ¿A dónde iba a ir esa mujer? No podía ir a ningún lado. ¿Cómo podría entregar una casa en la que están esparcidas las cenizas de su hijo?”.
Hubo un antes y un después de ese descubrimiento. No sólo porque el personaje se paró sobre sus propios pies (con toda su fragilidad a cuestas) sino también porque la autora se dio cuenta de que “otra vez escribía sobre el suicidio”.
“Mi primer libro de cuentos empezó siendo un libro sobre suicidas. Después se transformó en una serie de cuentos sobre personas que quieren irse de la vida que tienen. Algunos lo logran y otros no”, recuerda. Se refiere a Agua del mismo caño (publicado en 2014), que adaptó para el teatro con el título El momento desnudo.
Lograr profundidad
Una idea que a Zito le sirvió para “crear los personajes en torno de la persona suicida es que luego de que ocurren los hechos ellos se preguntan cómo no se dieron cuenta del padecimiento del otro. Efectivamente hay una imposibilidad. Es muy difícil ver la dimensión de lo que le está pasando al otro cuando puede decir algunas cosas pero no muchas. Y ahí se me presenta una pregunta: por qué siempre pensamos que el otro puede un poco más, por qué siempre damos por hecho que el otro va a rehacer su vida, va a ser más feliz, que lo que sucede va a ser para bien… Algunas veces sí pero otras tantas no. Y ese muchas veces no es muy gráfico y visible. A veces es una muerte subterránea”.
A partir de esa reflexión su novela empezó a ganar profundidad. “Ese asunto me parecía muy interesante porque no hay otra manera de hablar de eso que no sea la literatura. Ni siquiera el psicoanálisis llega a mostrar en qué medida es difícil tener contacto con la guerra interna que tiene el otro… Incluso uno mismo a veces no sabe en qué magnitud le afectan algunas cosas. Esa imposibilidad tanto propia como de los otros a mí me interesaba muchísimo. A partir de eso me di cuenta de que el personaje no podía salir de ahí”. Antes de esta noción, observa, “la novela era una cosa más plana: una mujer en la casa, el divorcio… pero luego apareció algo más existencial que a mí me resultó más interesante escribir”. Conseguir una ´
historia “con espesor”, en su opinión, generalmente lleva el mismo tiempo que cincelar una escultura.
¿Qué hace crecer a un texto? ¿Cuándo termina de revelar su forma? En su opinión, cuando se escribe algo que sucedió en verdad no suelen hacerse preguntas al texto porque se “supone que están ya respondidas por la realidad”. Sin embargo, “hay que cuestionar a la ficción para que revele su estructura, para que uno pueda ver para qué sirve un personaje, para qué no…” Zito subraya que para que la ficción logre los efectos que uno se propone resulta imprescindible interrogar a esa materia prima que surge de una expresión catártica. Muchas veces uno consigue “ver“ lo escrito con ojo crítico a partir de la lectura que otro le ofrece. Lo cierto es que “se produce una distancia cuando uno cuestiona y se arroga la posibilidad de modificarlo todo, de hacer estallar el texto, como decía Barthes, y volver a construirlo”, detalla.
Y distingue que tras “un momento a puertas cerradas en el que se escribe largo” viene la etapa de mostrar lo que resultó a dos o tres lectores conocidos. “En el caso de Rara fui llevando capítulos al taller de José Brindisi y la que será la próxima novela la terminé y la di a leer a amigos cercanos, aunque con terror”.
El proceso de redescubrimiento de la obra tiene largo alcance: “Incluso con Rara ya publicada encontré cosas que no sabía que había escrito. Uno de los rasgos que más observan en la novela es ese inmenso dolor de ella, que por momentos es mudo. Gracias a las lecturas ajenas supe que había conseguido descifrar algo de ese dolor, que sí era mío en ese personaje y que había cabalgado en esa historia”.
La vida real como cantera
Su próxima novela “recorre dos ejes: un abuso intrafamiliar y un duelo anticipado por una enfermedad del padre. La protagonista es una mujer”. El germen de esa novela fue un momento también personal: “Mi papá, que ya estaba mayor, tuvo leucemia durante casi dos años. En un momento empezó a empeorar y yo intuí que se iba a morir. Entonces me dije que debía empezar a escribir para poder bancármela. Escribí un diario de una manera más voraz que en la mudanza y unos meses después de que él falleciera empecé a ficcionalizar, pero no pude. No podía cuestionar las escenas reales, lo que conseguía era muy chato, era muy poca cosa para lo que yo quiero de un libro. Así que empecé el año pasado y seguí todo este año hasta terminarla. Soy una persona muy obstinada”.
¿Cómo es su relación con la escritura? ¿Cómo vive el proceso de construcción de una obra? “Tengo una relación muy tortuosa con la escritura. Si no escribo la paso mal, muy mal. Pero cuando me embarco en algo y quiero que se convierta en un libro empiezo a pedirme más y paso por momentos en los que pienso que el texto no va… Me pregunto qué voy a hacer ahora… Además, no tengo el tiempo que quisiera para escribir y debo exprimir las horas al máximo. Duermo poco para escribir. Por otra parte, para que yo considere un texto terminado tienen que pasar muchas cosas: le tiene que gustar a esos primeros lectores que elegí, después lo leo en voz alta muchas veces, y lo sigo pensando mientras hago otras cosas, lo sigo rumiando”. Así hasta que lo considera resuelto y el texto pasa a manos de un editor.
Zito hace una distinción. Por un lado lleva un diario donde vuelca escenas de su vida cotidiana. Por otro está el espacio dedicado a la ficción, en el que a medida que surgen los libros ella investiga “qué tengo para decir”. Y agrega: “Con Rara me di cuenta qué tengo para decir. Con esta nueva novela también me lo pregunto. En general está encadenado, no sé bien en qué medida, con las cosas que me impactan en el cuerpo, que se convierten en silencio. Probablemente me entero de lo que me impactó en el cuerpo cuando estoy escribiendo. Es algo intuitivo”.
¿Cómo conviven la psicoanalista y la escritora en ella? ¿Colaboran esos perfiles entre sí? “Siempre me resulta complejo responder esta pregunta, supongo que porque hay cosas que se deben ver mejor desde afuera. Tengo, digamos, algunas ideas. La convivencia ha alcanzado un momento de entera colaboración. Más desde la psicoanalista hacia la escritora que a la inversa. Sabemos la que escritura es voraz porque se sirve de todo lo que tiene cerca. Pero con la psicoanalista, la convivencia es ideal porque ser psicoanalista implica un deseo de que el otro edifique con sus palabras en esa franja que el analista se ocupa de ir dejando vacía. Como si fuera un colaborador de teatro que va abriendo espacio para que la obra se desarrolle con el espacio necesario, con la capacidad de hacer comentarios cuando la escena no funciona o cuando está ocurriendo fuera de lugar”.
Zito supone, además, “que ese trabajo de ir escuchando la escena, el trabajo de la clínica psicoanalítica, me tiene muy acostumbrada a pensar hondo, ir al sótano de cada historia familiar y leer la entrelínea. Eso, para escribir literatura, es una gran herramienta, porque es ahí donde se consigue el espesor de una historia. En eso que está ahí, pero no está escrito, pero el lector puede leer”.
Sin embargo, ella misma advierte: “Creo que hay tener un cuidado extremo con psicoanalizar el texto, jamás se trata de eso, ni de pensar a los personajes como pacientes, ni nada parecido, porque el resultado podría ser un pastiche psicoanalizado y por lo tanto, explicado; y cuando un texto explica no es literatura”.
¿En qué se diferencia el desafío de escritura que supuso la novela que acaba de terminar y el que afrontó con Rara? “Ambas surgieron de un momento personal muy complejo en el que de pronto me dije: si no escribo, no voy a poder. Pero después, cuando con suerte y trabajo sucede, cada historia consigue despegarse de eso y vivir más allá de mí”. Con Rara, cuenta, “se trataba de estar muy cerca de ese personaje que estaba con ella misma y con nadie más. En esta nueva novela, se trata de vínculos y de las cosas invisibles que se pueden tejer en ellos. También hay un personaje principal, pero creo que ni ella puede estar cerca de ella misma porque en todo está comprendida junto a su familia, con todo lo que nadie quiere decir y sin embargo está ahí”. Zito interpreta que “hay algo más sutil en la trama de esta novela, algo que fue más difícil tejer mientras la escribía y que hizo que en muchos momentos se me hiciera muy difícil su escritura. Igual, todo esto que te digo son sospechas. La verdad sobre lo que escribí me llegará, con suerte, gracias a les lectores”.